Cualquier día del año 2030, me despierto, me ducho y me visto, y no, las zapatillas aún no se atan solas. Todo sigue parecido a como eran las cosas cuando estudiaba, poco ha cambiado. Los mismos edificios, las mismas carreteras y, en apariencia, las mismas personas. En esencia tampoco hemos cambiado tanto, vamos por el iphone XXI, la gente lo sigue comprando en masa, y esta semana estrenan Vengadores 6 y ya por fin espero que derroten a Thanos. Respecto a la moda sigue como siempre, confirmándose mi opinión de que es cíclica.
Todos los días voy al instituto, ahora como profesor, y esto es una de las pocas cosas que sí han cambiado. Soy profesor de historia, de momento, pero los recientes rumores apuntan a que el final de la asignatura está cerca y pasará a formar parte del resto de asignaturas que ya no existen. Se sumará a materias como música, plástica, historia del arte, latín y griego, literatura y filosofía, cuanto echo de menos la filosofía. Las humanidades están muertas y la educación está de luto. Ahora hay nuevas asignaturas sustituyendo a las que ya no están. Estas son gestión, empresariales, contabilidad y alguna que otra más relacionada con el dinero y la economía.
Los institutos están masificados, llenos de gente pero vacíos de ganas por aprender, ya no hay creatividad en estos sitios. Solo unos pocos afortunados son felices con este nuevo panorama, el resto viene forzado, más forzado incluso que cuando yo era alumno, a pasar el trámite. Es obligatorio transitar por este filtro para conseguir el “certificado” que les permita acceder a puestos de trabajo medio decentes. Los que tienen suerte lo consiguen, el resto se marcha del instituto sin nada aprendido, nada que se puedan llevar con ellos, nada que hacer suyo.
La creatividad y el arte han muerto dentro de los institutos, pero aún siguen con vida lejos de ellos, en academias y otros centros de pago. Por lo demás todo sigue igual.
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