¡Hola, Doc!
Te escribo desde 2030, hasta donde me ha traído el Delorean para ver qué tal les irá a mis nietos en el instituto. Sí, sé que no debería interferir en su futuro, pero me picaba la curiosidad, y no he podido resistirme a venir (es complicado resistirse cuando tienes una máquina del tiempo a mano). Al menos respiro tranquilo y puedo decirte que les va mejor que a mi padre a su edad; no escriben novelas de ciencia ficción, pero son bastante más populares que él.
Esperaba encontrar edificios futuristas y acristalados, coches voladores, tubos que conectan unos edificios con otros... pero no. Ya hemos aprendido que el futuro suele ser ligeramente menos impresionante de lo que imaginamos. Las construcciones se parecen bastante a las de 2015 (y a las de 1985), aunque muchas tienen placas solares en los tejados. Los coches siguen teniendo ruedas, pero hacen menos ruido porque muchos son eléctricos, y también se recargan con el sol.
El instituto no ha cambiado demasiado a primera vista; lo que sí ha cambiado radicalmente es cómo funcionan las clases. He conseguido infiltrarme en alguna, aunque he tenido que abandonar rápidamente porque resultaba sospechoso que no supiera manejarme con los dispositivos que utilizan los alumnos. Todos los alumnos trabajan con teclados y pantallas con normalidad, aunque también usan a veces lápiz y papel. La pizarra del profesor ya no funciona con tiza, sino que es una pantalla táctil en la que el profesor puede realizar sus explicaciones y mostrar información de distintas fuentes.
Lo más llamativo ha sido ver cómo los alumnos estaban realizando tareas constantemente. Aún recuerdo cómo me entraba el sueño cuando los profesores, uno tras otro, hablaban y hablaban, mientras nosotros "escuchábamos" y tomábamos apuntes hasta acabar con las muñecas doloridas. En 2030, los alumnos utilizan sus dispositivos para realizar tareas y buscar información, están constantemente trabajando de forma individual o en grupo, y haciendo presentaciones ante sus compañeros. El profesor simplemente les asiste o da breves explicaciones. Las clases, obviamente, son mucho más ruidosas de lo que recuerdo, porque los alumnos interactúan entre ellos y con el profesor, pero me ha parecido que en ellas había vida.
No he podido ver mucho más, porque mi torpeza llamaba demasiado la atención, pero he querido contarte lo que he visto por escrito para que, tal vez, podamos formar parte de este cambio en la educación y orientar a los profesores para que se vayan adaptando a estos cambios tecnológicos tan impresionantes, que llegarán para quedarse.
Un abrazo desde el futuro,
Marty
PD: Tengo que confesarte que me he traído un souvenir, unas zapatillas increíbles que se atan solas. Creo que son lo suficientemente discretas como para que me las pueda poner allá por 2015 sin que nadie sospeche.
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