Basada en la historia de Teo, que ahora tiene 15 años
Me piden que hable de libros, y mi relación con los libros es más bien corta. Muy corta. Le digo a mi prima que no sé qué quiere que le cuente, si los libros que me mandan en clase los busco en resúmenes por Internet o se los acaba leyendo mi madre, y luego me los cuenta. Hay tantas cosas que hacer aparte de leer... No acabo de entender qué le ve la gente a sentarse en un rincón a solas, en silencio, y leer. Mi prima me mira, un poco frustrada, porque siempre ha intentado regalarme libros que me pudieran gustar, desde cómics de Batman –que me encanta– a Maus. Recuerdo un día que me llevó a cenar con sus amigos, y hablaban de libros que les gustaban, y me pareció muy raro, pero se lo pasaban muy bien.
Después me dice que, si quiero, puedo contarle cosas de películas que me gusten, y le digo que, de pequeño, era un poco un bicho raro, porque me encantaba estar con mi abuelo, que de joven era actor, y ver películas de Los hermanos Marx, de Charles Chaplin, o, ya más mayor, algunas en las que salía Ovidi Montllor, y nos reíamos mucho. Las he visto mil veces.
Ahora también me gusta ir al cine con mis amigos, porque ellos también ven películas –aunque la película a veces es lo de menos–, pero tampoco leen, porque eso se hace a solas, y preferimos pasar tiempo con nuestros amigos. No tengo tiempo para leer, o no encuentro un momento tranquilo en el que hacerlo. O puede que no haya encontrado una historia que me enganche, porque al final solo leo por obligación, muchas veces libros antiguos que ni entiendo, y eso no me parece divertido.
Me piden que hable de libros, y mi relación con los libros es más bien corta. Muy corta. Le digo a mi prima que no sé qué quiere que le cuente, si los libros que me mandan en clase los busco en resúmenes por Internet o se los acaba leyendo mi madre, y luego me los cuenta. Hay tantas cosas que hacer aparte de leer... No acabo de entender qué le ve la gente a sentarse en un rincón a solas, en silencio, y leer. Mi prima me mira, un poco frustrada, porque siempre ha intentado regalarme libros que me pudieran gustar, desde cómics de Batman –que me encanta– a Maus. Recuerdo un día que me llevó a cenar con sus amigos, y hablaban de libros que les gustaban, y me pareció muy raro, pero se lo pasaban muy bien.
Después me dice que, si quiero, puedo contarle cosas de películas que me gusten, y le digo que, de pequeño, era un poco un bicho raro, porque me encantaba estar con mi abuelo, que de joven era actor, y ver películas de Los hermanos Marx, de Charles Chaplin, o, ya más mayor, algunas en las que salía Ovidi Montllor, y nos reíamos mucho. Las he visto mil veces.
Ahora también me gusta ir al cine con mis amigos, porque ellos también ven películas –aunque la película a veces es lo de menos–, pero tampoco leen, porque eso se hace a solas, y preferimos pasar tiempo con nuestros amigos. No tengo tiempo para leer, o no encuentro un momento tranquilo en el que hacerlo. O puede que no haya encontrado una historia que me enganche, porque al final solo leo por obligación, muchas veces libros antiguos que ni entiendo, y eso no me parece divertido.
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